Animal Crossing, una experiencia pacífica y tranquilizadora
⌚ 3 Min de lectura
Animal Crossing: New Horizons se consagra como una aventura apetecible y tranquila con un ritmo de juego pausado que permite disfrutarlo al máximo.
Una de las sagas más esperadas vuelve a Nintendo Switch. Las aventuras de Animal Crossing se trasladan a la última consola con New Horizons, un título que consigue retener la esencia de anteriores obras y actualizarlos con las posibilidades de la nueva generación.
Y en esta ocasión, Tom Nook, el emblemático mapache empresario que se encarga de gestionar las obras de nuestra casa y la tienda del pueblo, no nos lleva a su ciudad, sino a una isla desierta que tiene intención de poblar.
La diferencia principal es que los típicos establecimientos de otras ediciones no están ya construidos, sino que tendremos que cumplir con una serie de objetivos para que se trasladen a nuestro lugar de residencia y poder utilizar sus servicios: el Museo de Sócrates, la tienda de Tendo y Nendo, la de Pili y Mili…
Craftear en Animal Crossing
Las nuevas pequeñas misiones son un soplo de aire fresco a lo ofrecido hasta entonces por la franquicia. Ahora, las rocas y los árboles pueden ofrecernos algo más que bayas y frutos: minerales, pepitas, madera… ¿Y todo esto solo sirve para cumplir con una serie de objetivos? Sí y no, porque otra de las revolucionarias novedades es la posibilidad de craftear herramientas y muebles.
Las herramientas no serán objetos únicos, sino que aparecerán en diferentes grados y con prestaciones más novedosas que escalan en función del material empleado para fabricarla: se empiezan con cañas, palas, etc. endebles que se rompen con un uso continuado de ellas.
Con el paso del tiempo, iremos consiguiendo proyectos para aprender a hacer mejores herramientas y las materias primas para fabricarlos.
Uno de los puntos fuertes del juego es precisamente ese, la forma y velocidad que tiene de progresar. Lejos de ser los típicos títulos de quest, Animal Crossing: New Horizons juega con el paso del tiempo de la vida real, con la paciencia de los jugadores para esperar cambios. Porque el primer día no podremos salir de nuestro pequeño habitáculo.
Una vez aprendemos a construir la pértiga, tendremos la posibilidad de cruzar el río. Y de ahí, iremos avanzando hasta poder recorrer la totalidad de nuestra isla. Y las estaciones juegan un papel importante: habrá peces e insectos que solo saldrán en determinadas épocas del año y momentos del día.
Las posibilidades se han multiplicado una barbaridad. A las clásicas actividades para reunir dinero como pescar, recoger bichos o recolectar frutas, ahora se unen otras como aprender a construir mobiliario para decorar nuestra isla, atraer nuevos ciudadanos o completar la colección del museo.
Las millas, la alternativa a las bayas
La consecución de objetivos básicos —pescar un número de peces, conseguir una cifra determinada de bayas vendiendo objetos, etc.— nos dotará de un premio conocido como millas, con los que podremos canjear mejoras como nuevos peinados, colores, muebles… ¡incluso una ampliación de nuestro inventario! Esto nos permitirá tener siempre cosas que hacer, por lo que siempre habrá una motivación para jugar.
Las frutas han dejado de ser un elemento ornamental o un mero instrumento para vender y conseguir unas bayas extra. En Animal Crossing: New Horizons pueden consumirse para poder ganar fuerza, de forma que podamos realizar acciones que con el estómago vacío nos resulta imposible, como arrancar árboles de cuajo o romper piedras.
La personalización en esta edición llega a cotas que antes eran casi inalcanzables. No se trata solo de que haya muchos más peinados y colores, sino que también podremos modificar la apariencia de algunos muebles, la genética de las plantas e incluso la disposición del río.
La isla podrá decorarse tanto como el jugador esté dispuesto, aunque ponerle mimo al entorno conllevará bastantes horas de juego.
Uno de los puntos flacos de la obra es su multijugador: si bien es llamativo quedar con amigos para visitar sus islas, conocer su decoración y aprovechar para coger las frutas de su localización y los bichos especiales, lo cierto es que la interactividad es bastante limitada. Más allá de la novedad de poder conocer su entorno, hay poco más que hacer.
Y si el título ha mejorado en cuanto a contenido y desarrollo de la historia, no podemos dejar escapar su evolución gráfica: la calidad del agua, la representación del viento, los entornos coloridos y una mejoría mayúscula de las sombras. El mejor ejemplo lo viviremos con el museo, que ha dejado de lado su clásica sobriedad y se convierte en un entorno plácido en el que disfrutar de todas las criaturas que hemos conseguido donar.
Ocurre algo similar con la banda sonora, ya que mantiene su esencia y además se multiplica su variedad, introduciendo los vinilos con los discos del artista favorito de la franquicia… ¡Hay Tokakeke para rato!
Animal Crossing: New Horizons es una experiencia jugable fabulosa: por la tranquilidad que transmite, por la pacífica aventura que nos incita a vivir y porque es simulador social donde las metas nos las ponemos nosotros mismos: desde un proyecto a largo plazo hasta explotar todas sus posibilidades al máximo en el menor tiempo posible.
Periodista especializado
MAPFRE